Calma, una palabra que nos hace falta repetir constantemente durante todo el día, todos los días de nuestra ajetreada vida. Es más vamos a repetirlo como mantra.

CALMA

CALMA

CALMA

CALMA…

Todas las veces que sea necesario para entrar en un estado apacible, especialmente si nos encontramos al borde del colapso nervioso, porque si hay algo que saca de nosotros esta época son los nervios y también la ira. Los nervios porque tenemos tanto que planear y tanto que hacer, que sentimos que el tiempo se nos va de las manos como el agua. Los nervios afloran con mucha facilidad y dependiendo del modo en que los manejemos podemos estallar en llanto, desesperación o completo ausentismo de nosotros mismos como una especie de bloqueo mental. Por eso es importante planear las cosas que tenemos por hacer, especialmente si nos hemos ofrecidos como anfitriones de la cena de navidad familiar, o para la posada de la colonia u oficina. Esos eventos ponen más leña a la chimenea de las emociones, los niveles de estrés aumentan y por consiguiente la posibilidad de explotar si no vamos soltando vapor a lo largo de los días aumenta.

Otro de los sentimientos que surgen es la ira. Es quizá extraño que lo mencione, pero si lo analizas con detenimiento, lo veras muy claro. La adrenalina aumenta por tantos pendientes personales en la temporada, se juntan las más de las veces con los pendientes laborales porque por alguna razón aunque no se descansen los últimos días del año el trabajo se acumula y la gente se pone como loca. Se vuelve un poco insano el ambiente de trabajo, disfrazado claro por los brindis y los villancicos. La calle y los sitios públicos son atacados por hordas de compradores, aunque digamos que no hay dinero en el bolsillo no dejamos de ir a comprar, la vorágine navideña empieza. Conforme se acerque la fecha del 24, entrar a los centros comerciales, tiendas de autoservicio, el mismo centro de la ciudad o el centro barrial, se torna un aventura en sí misma. Gente en todas direcciones, autos que claman por un lugar en el estacionamiento, comercios abarrotados, y una lista interminable de pendientes que resolver, ponen en ebullición la cacerola de las emociones. No se trata solo de ti, se trata de miles de personas tratando de hacer mismo que tu; ya no digamos cientos de dependientes en los comercios que tratan de satisfacer al cliente, quien en muchas ocasiones es rudo y grosero. Las condiciones están listas, falta una sola persona que se salte la línea en la caja, uno solo que se sienta dueño del estacionamiento o la calle, o una sola persona que no le importa empujar y arrollar por tal de tener la muñeca de los sueños de su querubín para inflamar la ira del resto, tal vez muchos solo se sientan agredidos y su mecanismo de defensa sea mantener los modales pero habrá otros que no lo permitan. El caos se desata, ocurriendo la misma escena cada ocasión que pretendes tachar otro pendiente más de la lista.

Por eso es importante mantener la calma, no te exijas demás, en el primer caso y en el segundo evítalo tratando de cubrir tus pendientes lo más pronto posible y en el menor número de vueltas, planeando lo conseguirás. Al final no vale la pena empañar una época bella con dolores de cabeza.