Las etiquetas sirven para indicar contenidos. Pero, aplicar una etiqueta a una persona en lugar de a la organización es algo desastroso.
Tengo muchos años preparándome en el ámbito de organizar. Mi oficio, al no ser una profesión normada como la abogacía o la arquitectura, requiere de un profesionalismo que no depende de una academia. Es una preparación constante de lecturas, práctica, experiencia y clases con otros profesionales del orden o asociaciones. Para mí es una exigencia el ofrecer servicios de calidad y competencia a los clientes. En mi camino también he decidido educarme y educar a quienes así me lo permitan, porque ninguno nacemos sabiendo todo. Una etiqueta colocada sobre la condición de una persona en lugar de ponerla cajones, cajas o frascos, me causa conflicto terrible.
De la etiqueta al estigma
Seguro has oido sobre aquello de que lo que creemos creamos. Del mismo modo atraemos lo que pensamos. ¿Pero qué pasa cuando alguien insiste en catalogar a una persona de floja por padecer fatiga crónica? Y peor, estando enterada de lo que ese condición. O bien, que sepa que la persona la padece. Quien escuche el calificativo inmediatamente estigmatizará a la persona sin importar cuál es la realidad por la que atraviesa. Ahora bien, la persona al saberse etiquetada empezará un diálogo interno en el que terminará aceptando tácitamente que es una verdad, por tanto terminará rendida a cualquier posibilidad de cambio. Hay un chiste viejo que dice, “no le digas tonto al niño que se le queda”, pues bien, aquí es lo mismo. El poder de la palabra y del pensamiento hace que adoptemos creencias que distan mucho de ser verdaderas.
Funcionaba antes pero ya no
Algunos de los argumentos con los que recientemente me he topado son “debemos llamar las cosas por su nombre”, “es para diferenciar a los unos de los otros”, “así la gente identifica de lo que se habla”. ¿Entendibles? si, ¿justificables?, de ninguna manera. Aunque nos cueste trabajo reeducarnos, debemos utilizar formas de lenguaje que permitan separar al sujeto de su condición. María y José son dos personas que han sido diagnosticados con trastorno de acumulación compulsiva. No es lo mismo decir que Juan es acumulador o que María es una acaparadora, a expresarnos de ellos como José y María muestran conductas de acumulación compulsiva. Si bien ambas formas expresan lo mismo, en la segunda no deshumanizamos a los afectados. Al no hacerlo tienen la oportunidad de no vivir eternamente con la etiquete y el estigma y pugnar por contrarrestar su condición. Maya Angelou escribió “Hazlo lo mejor que puedas hasta que sepas más. Cuando sepas más, hazlo mejor”. Si antes hacíamos que la condición fuera el sujeto, ahora debemos darle lugar al sujeto que no es su condición.
¿Etiquetas para mi?
No te pongas en los zapatos de nadie. Ni falta que hace. Si otras personas te impusieran una etiqueta a ti, ¿cuál sería tu reacción? ¿Te gustaría? ¿Definiría quién eres como persona? Muy seguro estoy que la respuesta es tendrías una reacción que val de desagrado al enojo y categóricamente dirías que no te define como persona. Entonces por favor dejar de hacerlo con los demás. Antes hacíamos las cosas de una manera porque era lo que sabíamos, ahora que sabemos mejor las cosas es necesario aplicar ese aprendizaje para no caer en lo que todos hacen por desconocimiento o por querer seguir en una zona de confort negándose a mejorar.
¿Quieres ser tratado con respeto y obtener ayuda con tus problema de organización? ¿Quieres dejar del lado esa etiqueta sea autoimpuesta o no y darte cuenta que tú no eres tu desorden? Yo tengo las herramientas para ayudarte, estás a una llamada, correo o mensaje de contactarme, ¡No temas!