En la búsqueda de soluciones para revitalizar algunas cosas viejas que tenemos, encontramos cierto placer culposo pues es grato ver cómo podemos realizar algo de trabajo duro para restaurar algunos elementos que por el paso del tiempo perdieron su brillantez. Uno de los casos muy notorios son los muebles de plástico que se utilizan en su mayoría en los jardines de las casas. Estos muebles al ser de derivados de hidrocarburos como cualquier plástico sufren un daño lento a merced del sol, más específicamente de los rayos UV. En la necesidad de completar mobiliarios para el Proyecto Naborita mi hermana donó una mesa de jardín que tenía arrumbada en la azotea de su casa, misma que me propuse arreglar en lo que la economía de mis bolsillos se sanea y poder contar con una mesa de comedor y al menos tener la sensación de una casa más o menos amueblada.
© Nacho Eguiarte /NACHOrganiza
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El primer paso como todo lo que deseamos restaurar es que la superficie a tratar este limpia de polvo, grasa, tierra, etc. En el caso de los muebles de plástico es ideal darle una lavada con jabón, una vez secos con un cepillo suave o brocha eliminar todos los residuos propios del plástico degradado.
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Después aplicaremos la pintura especial que en este caso es la Rust-Oleum para plásticos de venta en Home Depot por alrededor de 135 pesos la lata. Yo debí usar para este proyecto dos latas. No requiere imprimación, esto es se aplica directo sin preparar la superficie con otro producto (primer o base).
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El proceso es como todo, muy cuidadoso porque hay que aplicar poco a poco las capas sin estar muy pegado al elemento a pintar ni tan separado tampoco, se pinta al exterior o en lugares muy ventilados, en estos últimos considera usar máscara. Deja tiempo de secado entre mano y mano.
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Al final el resultado dará una superficie restaurada, más o menos lisa dependiendo de la condición del mueble y con un color renovado. Yo opté por blanco pero la línea de Rust-Oleum tiene varios para escoger.
Debo confesar aquí, que no siempre el bricolaje es la opción a todo, hay ocasiones que termina saliendo más caro el caldo que las albóndigas. No se debió el “fracaso” a que haya salido mal la restauración, se debió a que después de haberla hecho vi los precios de las mesas nuevas y la diferencia de precio que pague por arreglarla en proporción era desfavorable. Resulta que una mesa ronda los 400 pesos cuando yo gasté casi 300 en el material solamente si a eso agrego la labor pues digamos que me quedé chimuelo por abrir la botella con los dientes.
Recomiendo muy ampliamente que cuando te propongas un proyecto de bricolaje, sopeses el costo beneficio para que realmente sea a favor. Aunque el proyecto a nivel económico no fue tan redituable como hubiera querido, la satisfacción de haberlo hecho con mis manos es invaluable y ese valor es algo que no puedo comprar en ningún comercio. Platícame ahora si te ha ocurrido algo similar haciendo bricolaje.