No todos los que están en edad laboral y que tienen un ingreso seguro y constante son propietarios de su espacio. Puede deberse a que están en sus primeros años de vida independiente, tal vez a una racha que no les ha permitido ahorrar lo suficiente, la economía del país, pocas opciones accesibles, etc. Aunque la razón sea una o varias combinadas no debe ser esta una razón para no vivir rodeado de un ambiente acogedor que nos nutra como seres humanos. Pero ocurre un fenómeno que no se que tan habitual sea en otras culturas, al menos en México muchos de los inquilinos que rentan una casa, un departamento o incluso un local u oficina suelen ser de lo más descuidados respecto del inmueble negando cualquier tipo de atención aunque vaya en detrimento de su propia expectativa aspiracional.
© Nacho Eguiarte / NACHOrganiza
Es bien cierto que nadie quiere poner su dinero en propiedad ajena pero a veces esta afirmación se lleva a extremos insospechados. Desde la falta de mantenimiento propio por ser el usuario último de las cosas que componen la finca, hasta el completo abandono y negligencia del entorno que al final de cuentas es el de quién lo habita.
© Nacho Eguiarte / NACHOrganiza
El resentimiento de no poseer es uno de los motores, pero aceptémoslo, el no ser el dueño de algo que utilizamos no es motivo para no darle mantenimiento y mucho menos de dañarlo. El espacio que habitamos, así sea rentado debe ser tratado como sumo respeto porque ese espacio al final de cuentas es el reflejo de lo que somos como personas, de la educación de la que fuimos provistos por nuestra familia y de la cultura que hemos adquirido con el roce social y académico. Recordemos que nuestro espacio, nuestras prendas, nuestro lenguaje, nuestras conductas son la manifestación mas fehaciente de quiénes somos.
© Nacho Eguiarte / NACHOrganiza
© Nacho Eguiarte / NACHOrganiza