Los que proveemos servicios creemos en la misión de ayudar. Pero una cosa es altruismo y otra pasarse de la raya cuando de esto vivimos.

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Imagen por Luisella Planeta Leoni desde Pixabay

Si se acercan a mi pidiendo ayuda, puedo otorgarla. Claro que en el proceso de decidir si lo hago o no vienen algunas condicionantes. Ayudar implica varios factores, desde cómo se de el acercamiento, si no me debo desviar de mis prioridades, si no representa alguna desventaja o que pueda incluso resultar contraproducente. Nada puede ser más frustrante que tener buena voluntad solo para percatarme de que la otra persona no valora lo que tengo para ofrecer.

Ayuda pagada

Tiene que ver con los clientes que nos contratan. Esas personas que se han dado cuenta que requieren de un servicio y que por diversos factores necesitan alguien experto en la materia para obtener el mejor resultado. Esta es una relación comercial de lo más sana, ¿por qué? porque alguien necesita de algo que por falta de habilidades o de tiempo no puede conseguir, y otra persona tiene esas habilidades y tiempo por lo que cobra y el tipo de servicio que ofrece se vuelve su emprendimiento, negocio, empresa, como quieras llamarle.

Ayudar de forma altruista

Aquí en mi opinión cae todo tipo de solicitudes de ayuda que no necesariamente encontrarán un pago por el intercambio del servicio. Separo aquí las ocasiones que por falta de dinero o por cuestiones de conveniencia un servicio se paga en especie (servicio o producto). En ese caso no podría decirse que es una situación de altruismo porque ambas partes acuerdan las condiciones de trabajo y en este caso de pago. Me refiero a esas personas que pueden acercarse solicitando un norte, una dirección, vamos hasta un empujón para dirigirse a un fin. Ese fin incluso puede ser emprender en lo mismo que nosotros llamamos nuestra actividad de negocio o eso que pone alimento en la mesa.

Es completamente válido hacer ese tipo de peticiones, siempre que se hagan con respeto y con pleno entendimiento de que tanto el conocimiento como el tiempo valen y que no son cualquier cosa que se puede ir regalando como si nada.

Valoración o desdén

Pensé mucho antes de escribir esta parte del artículo. Cuando un emprendedor decide iniciar un negocio, con ello le vienen responsabilidades importantes. Entre ellas los gastos, impuestos y otras derogaciones que realiza para poder realizar su sueño. De ahí que busque obtener beneficios económicos para poder no solo realizar los egresos sino también tener suficiente para vivir de esa actividad y hacerla prosperar. Capacitarse constantemente y estar al alba de los cambios en su propio mercado son vitales. Ese conocimiento y experiencia viene con un costo intrínseco.

Cuando alguien se acerca a solicitar consejos claro que se pueden dar sin mayor problema, pero es muy diferente cuando ese que busca información lo hace con la bandera del apoyo cuando tiene su intención real es sacar datos que le permitan evitar un camino arduo. Ya saben, se quieren sentar a la sombra de un árbol esperando que la fruta le caiga en la mano y no sufrir reveses en el camino. Eso yo lo llamo desdén y falta de consideración por el esfuerzo ajeno. Todo emprendedor le hierve la sangre cuando estas actitudes se asoman por la puerta.

El encaje no muy ancho

A mi me encanta ayudar a otros, de ser posible darles opiniones que construyan, sin embargo, con el tiempo y la experiencia, he aprendido a reconocer aquello que es un genuino deseo de saber de un interés descarado que se disfraza de oveja. En México decimos está muy bueno el encaje, pero no tan ancho, haciendo alusión a encajar la uña por una parte y por otra utilizando los textiles que se utilizan para adornar las prendas. Debo dar las gracias a Pilar Quintana de Ordenarte El Arte de Ordenar en Valencia España quién me compartió su frustración por este tipo de situaciones que muchos vivimos. Me ayudó a inspirarme a escribir esta entrega.