Las creencias no son hechos, son construcciones mentales formadas o aprendidas resultado del adiestramiento social o de nuestra propia mente.

Las creencias tienen juegan un papel sumamente importante cuando se trata de organizar y mantener el orden. Influyen de manera determinante en cómo se hacen las cosas, por qué algo se queda o se marcha, incluso nos ponen una tasa impositiva emocional. Ya de regreso de mi breve descanso retomo esto de los fascículos para hablar de los factores que contribuyen a la desorganización, basándome en las fichas técnicas y aprendizajes del Institute for Challenging Disorganization.

creencias y organización
Imagen por Josh Clifford desde Pixabay

El perfeccionismo

Siempre he dicho que nada mata más proyectos de organización que el perfeccionismo. No hay una regla escrita, esta es una creencia muy popular, de que todo ha de ser perfecto. Nada de eso, el perfeccionismo es un modelo de aspiración que nunca se logra. Cada que estamos más cerca de lograrlo, el estándar de inmediato se eleva. Nuestra propia creencia nos lleva a elevar más y más la vara haciendo imposible alcanzarla. Si las cosas no son perfectas el universo sigue su marcha. No te agobies ni estreses por hacer solo le suficiente. Deja de lado ese adiestramiento social que genera creencias de perfeccionismo.

El apego

Sin duda alguna nos apegamos a personas, cosas y situaciones. Es muy humano y en una medida adecuada, es algo bueno. Lo malo empieza cuando con aferrarnos tanto a personas, cosas y situaciones, terminamos afectando nuestra calidad de vida y hasta nuestra estabilidad mental y emocional. Está bien conservar cosas por razones emocionales, siempre y cuando sea hasta un límite que no nos afecte en otras áreas de vida y menos en la relación con nuestros seres queridos o los espacios en que vivimos. Las creencias derivadas del apego siguen siendo creencias, no hechos.

La actitud

De niño recuerdo que decían, no le digas tonto al niño porque se le queda. Poco sabía yo del poder de las palabras. Pues bien, dentro de esa sabiduría cotidiana hay una gran verdad. Cuando una idea sobre la persona es impuesta o autoimpuesta, estamos etiquetando. La etiqueta se vuelve una creencia de actitud. Yo soy ______ llena el hueco con el adjetivo peyorativo de tu preferencia o el que tu “creas” que te encaja. Así es como etiquetas de desordenado, acumuladora, procrastinador, etc., se incrustan como parte de la esencia de la persona. La realidad o el hecho es que no son parte tuya, solo son creencias que siendo redundante te creíste. Separar la problemática del sujeto ayuda a entender que no son lo mismo. Pasa también con esos miedos a ser juzgados por cometer errores o no estar al nivel de los demás.

La ineficacia de las creencias

Las cosas son cosas, las personas son personas. Una de las más arraigadas creencias tiene que ver con ideas que son ineficaces e inútiles. Yo no valgo por tener. Yo no soy porque tengo. Yo soy porque existo, porque mi individualidad es lo que me da valor, no los adornos que me cuelgo. Tener la idea que cuanto más se tienen más se vale es solo un invento torcido para crear jerarquías entre las personas. Esa creencia también lleva a que por esas razones o por sentidos de deber, la gente quiere conservar por más tiempo del necesario o sensato las posesiones que no aportan nada a un proyecto de vida.

En las siguientes semanas elaboraré más sobre cada uno de los apartados. En esta ocasión solo es para abrir boca y reconocer hasta dónde puede interferir una creencia en un proyecto de organización y cómo contribuye a la carencia de orden. Por cierto, si te quieres enterar más de temas de desorganización crónica y sabes inglés, en octubre el ICD® celebra su conferencia y será virtual, puedes encontrar todo lo relacionado a ella en este vínculo o mandándome un mensaje. No te vayas sin comentar porque tu opinión me ayuda a mejorar mis contenidos.