Hay dos tipo de cosas que siempre pueden convertirse en un dolor de cabeza para un Organizador Profesional. Una de ellas son los objetos sentimentales, la otra las colecciones y por último y más delicado los objetos religiosos. No pocas ocasiones cuando entro a la casa de alguna persona y que tengo la oportunidad de recorrerla por invitación del anfitrión (o del cliente), me percato que por toda la casa reparten toda clase de objetos sentimentales, en diversos muebles, repisas, ocupando presencia en todas o casi todas las habitaciones que componen la vivienda. Qué decir de los objetos religiosos como cruces, iconografía religiosa, figurines de santos, rosarios, etc. En ambos casos desde mi infancia, nunca me he podido desprender de la imagen de la casa de una vecina de mi abuela. Doña Elvira o  “Virocha” como mi abuela solía decirle, tenía la casa más parecida a un museo que yo recuerde, entre tantos tesoros de sus memorias e imágenes religiosas que me parecía abrumador entrar a esa casa, es más, confieso que más que abrumador me resultaba terrorífico pues sentía que las cosas guardaban tal carga que la energía del lugar se sentía estancada. Se que para las personas pedirles que se deshagan de cosas ligadas a eventos sentimentales o religiosos es como pedirles que se desprendan de una parte de ellos mismos, pero para ser honestos esa vibración cósmica no es para nada buena para nuestra salud emocional. Por eso decidí que hablar de cómo condensando esos elementos lograremos dignificarlos y al mismo tiempo dotar de una fluidez en la energía de nuestra casa.

Si esparcimos los objetos de valor sentimental, las colecciones que guardamos o los artículos religiosos, estaremos perpetuando por una parte el que el espacio se vea poco coherente entre sí además de que nunca nos percataremos de la verdadera cantidad de cosas que tenemos en cada rubro. Lo mejor es condensar.

Al condensar la o las colecciones que tengamos o los objetos de valor sentimental, podremos darnos cuenta de cuántos de ellos son susceptibles de ser exhibidos por su calidad o emotividad. Con esto sabremos que es realmente válido tener en un área específica de la casa en una repisa o librero para que se aprecie su verdadero valor. En caso de una colección desechamos lo que no de calidad para ella y respecto de lo que tiene valor emocional comparamos todos esos objetos entre ellos para tener los mejores valuados y dejar partir el resto. Esto dignifica nuestras cosas porque nos consolida dejando lo mejor a la vista.

Sobre los artículos religiosos, entiendo que sea costumbre tener una imagen o cruz sobre la cabecera y tal vez en el comedor, pero es importante que el resto de la casa no parezca exhibición de arte sacro, eso devalúa el carácter espiritual de las cosas. La mejor opción estéticamente e incluso energéticamente hablando es agrupar un pequeño rincón, una sección de la casa o un área muy específica donde se coloque todo de manera ordenada, donde se le de una vista apropiada y que además nos incite a nuestra espiritualidad, aquello que no tenga calidad para ser mostrado es mejor deshacerse de ello, recuerda que Dios no vive en ello por tanto no es pecado tirarlo, pero si te hace sentir incómodo puedes donarlo a otra persona o buscarle un propósito nuevo. El tener la agrupación de tus cosas espirituales fomenta que ese espacio destinado sea un altar para la reflexión especialmente en momentos difíciles.

De esta manera podemos poner orden al espíritu, a la memoria, a los hobbies, sin que ninguno de ellos termine devaluado o no dignificado.