Es curioso que tratándose de asuntos laborales y sus efectos negativos, siempre se piensa no solo en aquellos síndromes que se provocan por el exceso de trabajo o por la falta de motivación en el mismo; también es común que la mente corra a la idea de la depresión por perder la fuente de trabajo, pero en ocasiones la depresión puede sucederse no por perderlo y si por conservarlo. Es quizá un concepto poco explorado pero definitivamente es factible que ocurra. Experimentar una racha de depresión por conservar un empleo ocurre por razones simples que generalmente no tienen que ver con la capacidad para desempeñarlo.
Un periodo prolongado de estrés. Este estrés puede venir generado por la carga excesiva de trabajo que desembocará con relativa facilidad en caso de no detectarse en un caso de Síndrome de Burn Out, donde el empleado termina experimentando sentimientos encontrados contra su trabajo y desarrolla dependiendo de la intensidad depresiones de moderada a severas, mismas que podrían rayar en una situación amenazante contra el individuo mismo.
Deseos no expresados contradictorios. No pocas veces puede sobrevenir una crisis existencial o profesional, donde salta a la vista una pregunta ¿Esta es la vida que quiero? Responder esa pregunta puede convertirse en un verdadero dolor de cabeza pues tratamos de racionalizar lo que sentimos y podemos llegar a acallar nuestros verdaderos sentimientos sobre lo que hacemos para ganarnos la vida. Una carrera profesional no siempre dura toda la vida, porque a lo largo de la vida podemos desarrollarnos en varios campos que puedan ser o no convergentes; el problema comienza cuando nos presionamos al grado de no aceptar que lo que hacemos tal vez ya no es tan gratificante como algo que podríamos hacer. Es importante identificar y ser honestos con nuestros verdaderos sentimientos y perseguir los sueños y no solo soñarlos.
Pérdidas emocionales. Por este rubro considero esas relaciones que por el constante convivir, el trabajo en equipo y la empatía terminamos estableciendo con los compañeros de trabajo que muchas de las ocasiones se pueden convertir en una segunda familia, tal vez incluso en la primer familia en casos extremos. Dadas las condiciones económicas, de organigrama o intereses personales, estas personas son susceptibles de dejar de laborar en el mismo sitio y aquellos que no modifican su estatus de permanencia pueden sentir como pérdida, que conduce a sentir que una parte importante de pierde, entrando en una etapa de luto y lamentación pues sentimos que la sinergia lograda con esa o esas personas no la podremos recrear, aunque tenga cierta verdad el sentimiento también es cierto que la sinergia la decidimos crear nosotros mismos y no es algo que se crea sola, depende de nuestro interés.
Como puedes ver perder el trabajo no es la única forma de deprimirse por él, también conservarlo puede dar ese motivo, la prioridad es sincerarnos ante el espejo e identificar si estamos cayendo en esa espiral de depresión y pararla antes de que requiera más tiempo y esfuerzo revertir esos problemas. ¿Has sufrido de depresión por tener trabajo? Cuéntame tu plan de acción para vencerla.