Todo en la vida requiere de esfuerzo y tiempo; el desorden también. Aunque pongamos de excusas tantas como nos sea posible, el desorden no se da en un tris, no es cosa ni de magia ni de chasquear los dedos para que la maldición se haga presente. El desorden surge cuando se compaginan varias circunstancias. De esas circunstancias al final de cuentas nosotros somos los únicos responsables, llamémosle falta de acción; el resto es solo tiempo y dependiendo de que tanta cantidad de ambos se compaginen será el tamaño del desastre frente a nosotros. En algunos casos podrás pensar ¡oh es solo un poco de desorden!, pero en casos más severos ese caos puede tomar control de cada uno de los espacios que habitas haciendo imposible llevar una correcta y funcional vida diaria.

Desidia. Luego lo hago, ahorita guardo, en cuanto tenga tiempo, mas al rato, simples salidas fáciles  que conducen al desorden. Cada que dejamos asuntos sin resolver, así sea un simple par de medias fuera de lugar, se convertirá en un imán para atraer pilas de cosas. Mientras más desidia hagas más a elevado el paso del abarrotamiento.

Pereza. Estoy cansado o me siento mal (por decirlo no por enfermedad) son a mi parecer ese tipo de ingredientes para una receta desastrosa en materia de organización. Si hoy estás cansado y no guardas la ropa que salió de la lavadora, mañana tendrás más pereza de guardas dos cargas en lugar de una. Siempre es mejor hacer un poco cada día y no labores titánicas que te estresan y drenan tu energía por tanta acumulación.

Desorganización. No tener sistemas establecidos para poner orden nos conduce a la desorganización. En la medida que establezcas primero pequeñas acciones para organizar, después entrelaces esas acciones en sistemas de organización tales como destinar equis tiempo al día o determinada regla para guardar, lograrás que la desorganización desaparezca.

Carencia. No hablo de la carencia de cosas, pues evidentemente el no tenerlas no causaría desorden. La carencia que menciono es mas la falta de un lugar apropiado para cada cosa. Recuerda siempre el dicho, cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. En tanto no tengas definido un sitio para guardar tus pertenencias no serás capaz de meter en cintura el desorden.

Seamos realistas y dejemos claro que no hay una hada malvada que vuela de rincón en rincón agitando la varita del caos. Somos nosotros mismos los que por desidia o flojera permitimos que se acumule el desorden como borras debajo de la cama. Nadie nos va a rescatar del desorden, cada uno de nosotros tenemos que poner de nuestra parte para que por principio de cuentas afrontemos el caos delante nuestro, posteriormente hacer esfuerzos constantes para que no volvamos a caer en la misma situación. Siempre ten en mente, es mejor un poco de trabajo hoy para que con el paso del día lo que era un poco de cosas fuera de lugar no termine siendo una montaña de tonterías desquiciando nuestro balance en la vida.