De todas las palabras que empiezan con P en nuestro glorioso vocabulario procrastinar es la considero la más pecadora para la organización. Y todos pecamos con ella, procrastinar es el acto de dejar para después, de retrasar, de no tomar acción. Caemos tan seguido bajo su influjo que se hace imposible o al menos difícil contar las ocasiones. Todo nos da motivo a ceder a la procrastinación, la flojera, el cansancio, la apatía, el desapego, la ira, la tensión.
Evitar dejar para después una tarea es necesario para elevar nuestra productividad en cualquier ámbito, en especial en nuestra capacidad para organizar que es la materia que nos ocupa. Dejar la ropa seca en la secadora por la flojera de sacarla de la tina, doblarla y llevarla a sus cajones provoca que se humedezca con el vapor, que se arrugue más, dificultando su planchado. Ir acumulando en un rincón las revistas que ya no sirven o que queremos conservar pero que no llevamos al librero, hace más pesado el trabajo cuando queremos realizarlo. Debemos dejar de postergar las cosas, hacerlo provoca la acumulación de tareas o que una tarea inicialmente pequeña se vuelva titánica.
No hay pretexto y si hay cura o mejor dicho, penitencia para el pecado de la procrastinación, usar el ahora es la herramienta eficaz para vencer. Cada que digas, me da flojera doblar los calcetines, usa el ahora y mientras piensas en tu flojera dobla los calcetines. Llegado el momento de deshacerte de las cosas y empieces a sentir que prefieres dejarlo para después, gravita a tu sistema de audio y enciende tu música favorita para que te motive a usar el ahora y tirar todo eso que te estorba, que te roba espacio y que te detiene de lograr tus objetivos. Ahora, ahora, ahora no hay más, úsalo inmisericordemente y verás que la procrastinación deja de ser uno más de los pecados que cometes contra la organización