Todos alguna vez hemos escuchado que el proceso educativo de un niño depende de su exposición a las conductas y refuerzos de su entorno inmediato, su familia. A medida que el niño crece su entorno crece con él, permitiéndole aprender más y más cosas por medio de la observación. Cuándo nuestro cerebro madura, utiliza el pensamiento para la resolución de los problemas cotidianos mientras, deja de lado el aprendizaje por observación.
Debido a que las cualidades de organización difieren en cada persona y para estas resolver problemas cotidianos de orden pueden ir de lo más simple a lo más complicado; es importante valernos de una herramienta gratuita disponible a quién quiera utilizarla, la imitación.
Si tu esquema de valores fue aprendido por la observación en tu niñez, ahora como adulto puedes emplear tu capacidad de imitar para obtener nuevas habilidades. La mayoría tenemos un amigo que es más diestro manejando su agenda, una amiga que tiene un gusto exquisito en decoración, otra que no se complica a la hora de mantener el desorden a raya. Ellos son los objetivos, habla con ellos, observa, imita lo que hace para llevar esa cualidad como parte de su ser.
Repitiendo la imitación de tu parte llegará de pronto el momento en que puedas emular no imitar, es decir, pensar como resuelves un problema distinto al de otro pensando como ese otro lo resolvería. Poco a poco llegarás a resolver tus dilemas por ti mismo. Importante es que no imites sin hablarle a tu amistad de ello, aquí siempre debe ser la norma pedir permiso en lugar de pedir perdón. Recuerda que la imitación no es la meta, se trata de usarla solo como una herramienta para que logres elevar tu nivel de habilidades en materia de organización.
Ahora te asalta una duda, si no tienes amigos ordenados ¿De dónde vas a obtener la materia para observar? Es sencillo, tus modelos a seguir los vas a poder encontrar en revistas, libros, blogs, etc. Todo aquello donde te indique visual o textualmente como lidiar con los problemas cotidianos. Todos se convierten en ejercicios que debes aplicar porque de no hacerlo no aprenderás.
Recuerda como era aprender a escribir, la maestra te ponía una muestra en el cuaderno o el pizarrón y nosotros teníamos que imitar la forma de la letra una y otra vez hasta dominarla. Ahora ya no imitas la letra, cuando quieres escribir tu cerebro da la orden y tu mano la ejecuta.