El fin de semana recibí un mensaje con palabras que me llenaron de satisfacción, satisfacción de saber que mi esfuerzo por compartir algo que es mi pasión y es algo en lo que creo, genera un eco, una repercusión y en cierto modo propicio un cambio positivo para alguien. No puedo revelar por confidencia el contenido del mensaje, acaso unas pocas palabras del mismo, palabras que me parecen importantes de compartir “¿cuántas cosas importantes y valiosas de mi vida, he dejado de lado, perdido por mi miedo/consumismo?”. Esas palabras resuenan en mi mente por dos motivos.

El primero de los motivos, es saber que la oración pertenece a una confesión de alguien que se percató del terrible peso que las cosas y su acumulación cargan nuestros hombros a lo largo de la vida. Sin saberlo, acumular objetos, nos previene de vivir en el presente y proyectarnos a nuestro futuro. Claro, esto no sucede siempre, solo en las ocasiones que utilizamos las posesiones como anclas o supuestos refugios contra la incertidumbre. No creo que jamás hayas escuchado el término manta de seguridad, bueno, nuestras cosas toman ese lugar, pues creemos que el valor como personas y nuestra estabilidad, dependen directamente de la cantidad, calidad y tamaño de las posesiones. Nada más alejado de la realidad. El mundo moderno nos hace creer que la felicidad está ligada a la posesión; la realidad es, que la felicidad depende del uso efectivo de ellas no de su acumulación. Es común que mientras más poseemos, más miedo se anida en nuestro ser, miedo de perder las cosas, miedo de perder estatus, miedo de perder el confort, porque estamos desplazando nuestro poder sobre el entorno, depositándolo en el objeto, perdiéndolo, nos sentimos perdidos.

El segundo motivo es propiciado por el primero. Saber que haces un aporte que ayuda a una persona a mejorar su vida, es un combustible. Claro que es alimento para el ego, pero más importante, es el impulso que tu motor requiere para seguir adelante, aportando tu conocimiento, tu experiencia de vida, en la mejora de otro ser humano. Hacer un esfuerzo a través de un artículo,  que no encuentre repercusión, hace que la intención primaria se convierta en un resultado estéril, pues no encuentra la tierra fértil para que haya que se de el crecimiento de una idea. La vida nos da tanta oportunidad de aprender y experimentar que nos obliga moralmente a devolver lo aprendido contribuyendo al crecimiento de otro ser humano.

El ego se enarbola con el reconocimiento, es innegable, pero el reconocimiento debe servir para generar una reacción y seguir en el camino, compartiendo aquello para lo que somos buenos, motivándonos para hacerlo mejor cada día. Sea pues el reconocimiento a la labor hecha, nuestro combustible para provocar la ignición en la maquinaria de nuestro progreso.