Recuerdo Momo, un libro de Michael Ende (mismo escritor de La Historia Interminable, llevada al cine). En ese libro se hablaba de unos individuos sombríos vestidos de traje y bombín, que iban por el pueblo haciéndole ver a la gente la necesidad de hacer todo más rápido para en la suma de segundos, minutos y horas ahorrados poderlos disfrutar cuando ya no se trabajara. Una aseveración interesante pero ilusa. Pocas veces nos damos cuenta que el tiempo es un bien que se gasta pero no se recupera, no es inversión pues no hay modo de retornarlo o retirarlo de una cuenta. El tiempo es quizá uno de los recursos más valiosos que tiene el hombre, tenemos instrumentos que lo miden en calendarios, relojes, cronómetros, e incluso nuestro cerebro cuya percepción del mismo cambia según la situación y agrado de la misma. Un segundo parece eterno cuando la vida pende de un hilo; una hora parece una eternidad cuando estamos resolviendo el examen departamental de álgebra; o la semana de vacaciones en el extranjero se diluye como agua entre los dedos cuando pasamos el mejor de los tiempos.


El tiempo es un villano, en ciertas situaciones lo es. De nosotros depende que este no sea un factor decisivo a la hora de poner manos a la obra a un proyecto. No debemos permitir que el tiempo nos sabotee sino que por el contrario se vuelva nuestro aliado. Hacerlo requiere cierta habilidad pero no es nada difícil de lograr, especialmente cuando empleamos algunas normas pequeñas, que con su repetición generarán un estupendo hábito.

  1. Valorar. El tiempo como un recurso no renovable
  2. Planear. Con una planeación previa y simple de las actividades a realizar se evita fuga de tiempo
  3. Fechar. Importante resulta poner fecha y ocasionalmente hora para usar eficazmente el tiempo.
  4. Hacer. Nunca retrasar una actividad pues la acumulación de tareas nos lleva al descontrol eventualmente.
  5. Limitar. Conocer el límite de nuestra capacidad y no querer morder más de lo que se pueda masticar es esencial especialmente en materia de tiempo.


Organizar es una actividad que requiere del tiempo como su herramienta primordial. Pero cuando se pretende organizar el tiempo, la actividad se vuelve complicada y riesgosa. ¿Cómo organizo un concepto que es recurso y herramienta a la vez? La clave está en organizarlo del mismo modo que organizamos las cosas, con los receptáculos adecuados, agenda, listas por hacer, reloj, papel, pluma; organizar desfragmentando el tiempo en medidas relacionadas con tareas por hacer y respetándolas se lograr domar al dragón de las 24 horas.

Una buena costumbre para mantener una agenda organizada, es mantener simples las tareas que colocamos en ella. Mientras mayor complejidad tenga la tarea más difícil será terminarla con éxito. Es preferible separar una gran faena en pequeñas tareas simples que mantengan el enfoque, la tasa de éxito será mayor y en caso de no concluir el trabajo en conjunto, ciertamente se avanzará con paso firme a la meta deseada. El día pues es una gran faena, por ello cuenta con horas y estas a su vez con minutos; si fraccionamos la enorme empresa que es el día a día, seguro la tasa de éxito será mayor y al final del día rumbo a la cama, encontraremos una sensación de satisfacción por quehacer logrado.