La flagelación como método para avanzar, es tan inútil venga de otros o venga de uno mismo, especialmente cuando la desorganización crónica está presente.

flagelación
Imagen por LeoNeoBoy desde Pixabay

Derivado de agradar socialmente y más cercano, a la familia, está la flagelación cómo método subrepticio de prodigarnos amor duro. Esto es como una de esas prácticas de deporte de alto rendimiento en que el entrenador utiliza desde la palabra más soez hasta la más profana para remarcar un desempeño inferior a lo esperado. La vara está muy alta, todo tiene que ver con un mundo en que competimos por más y mejor, más dinero, más popularidad, mejor casa, auto, posesiones, inteligencia. La lista es tan larga y variada dependiendo de la persona, sin embargo, en esencia es lo mismo para todos, hay que ser mejor que los demás para no perdernos en una multitud.

Flagelarse hasta en lo privado

Cuando llevamos esa necesidad de sobresalir a toda costa al nuestro terreno personal, encontramos que no hay un espacio seguro. Nuestra intimidad se ve afectada tremendamente. Ni en casa puedo ser yo. Necesito tener esa hambre constante de mejora, esa llama interna que me combustione para seguir adelante. La realidad es que cuando sufrimos de desorganización crónica, muchas veces la acompañamos con condiciones que coexisten, que se mezclan, que se trenzan. No se trata solo de no desempeñarse al máximo de nuestras capacidades, se trata también de acallar sentimientos de ansiedad, depresión y quién sabe que más, con tal de lograr el objetivo de ser hoy mejor que ayer.

La flagelación es un hábito a desechar

La auto flagelación se vuelve parte del juego, de hecho, es más como un árbitro que determina las violaciones a las reglas y aplica las sanciones correspondientes. Ese juez vive en nuestra mente y está ahí para poner de manifiesto qué hacemos mal, por qué lo hacemos mal y lacerarnos para sentir vergüenza de nosotros mismos. ¿Conseguimos con esto mejorar? La verdad es que pocas veces esa manera de tratarnos tienen consecuencias positivas. Es como ponerse a dieta, romperla, lastimarse por haberlo hecho y terminar deprimido comiendo helado o un pastel. Si no sirve de mucho, ¿para qué seguir recurriendo a ella? ¡Exactamente! Abrir los ojos y percatarse que no es útil, que no es sana, que no nos conduce a resultados positivos. Hay que desechar ese hábito negativo y mejor tratarnos con amabilidad y sensatez.

De por sí es difícil habiendo desorganización crónica

Tener una vida afectada de manera crónica por el desorden y la desorganización es suficiente carga emocional, mental y física como para además de eso, poner la cereza sobre ese mazacote de pastel. Deshacerse de la auto flagelación de inmediato puede no hacer que las camas se tiendan o que los clósets se miren prolijos, tampoco va a mejorar el acomodo de la despensa, sin embargo, va a aclarar los humos tóxicos que ya de por si vienen integrados con la desesperanza de no tener habilidades de organización de manera histórica en nuestra vida. Hay que tratarse con gentileza para poder iniciar la tarea de conquistar la desorganización crónica.

¿Eres de las que se vapulea y maltrata a si misma por vivir con desorganización? ¿Piensas que todos son perfectos menos tú cuando se trata de orden? ¿Años van queriendo organizarte y no lo consigues? Tengo respuestas para ti, ya que me especializo en casos de desorganización crónica. O si lo prefieres con el libro Conquistando La Desorganización Crónica de Judith Kolberg, puedes sumergirte en este fascinante concepto.