Hoy es un día que no quiero agobiarles con un tema propiamente dicho. Es más día de compartirles lo que antier pensé sobre esos capelos en los que vienen los pasteles que venden en los supermercados y que jamás había encontrado para ellos un uso decente. Resulta que fue el cumpleaños de mi compañero de oficina y amigo del alma, le festejamos con su pastel o mejor dicho una rosca de limón, después del festejo y la limpieza de morusas y vajilla, pensé en tirar el empaque, al principio sentí un poco de pesar porque siempre es un engorro tirar semejantes cosas porque no son susceptibles de reciclar y rompen la bolsa de la basura por su material. Me quedé pensando pues, si no habría un uso para ellos y como foco que se me encendió en la coronilla me vino la idea de usarlos para proteger esas gorras, cachuchas o sombreros que son de mucha estima y no queremos que se estropeen con polvo o vencidos por el peso de otras cosas pues no es raro no tener un espacio destinado a ellos.

Sustituyendo aquella cajas coloridas de rayas o flores que solían acompañar a los sombreros de las grandes damas, el capelo del pastel me sirvió para guardar unas piezas que por su forma son susceptibles de ser lastimadas al no tener un nicho especial.
Tan populares hoy día los accesorios para la cabeza, tal vez no al grado de ser imprescindibles como hace muchas décadas, pero como estatuto de moda.