La era del plástico ha estado presente con nosotros y nuestras actividades desde por lo menos 50 años, al pasar de todo ese proceso evolutivo nos encontramos que hoy la mayoría de las cosas que utilizamos en la cocina especialmente para contener los alimentos estás fabricadas con algún derivado de los hidrocarburos, a los que nombramos indistintamente plásticos. No queremos saber de su composición química ni si son polietileno, metacrilato, poliestireno, solo sabemos que nos sirven para guardar, transportar y en ocasiones preparar nuestros sagrados alimentos.

Son muy útiles sin lugar a dudas pero su excesivo consumo y posterior descarte hacen que sean un problema para la ecología, cosa que me preocupa como a todo ciudadano consciente de su entorno, pero lo que más me molesta es la peculiaridad de ciertos contenedores, charolas o inclusive platos en adoptar formas muy caprichosas. Esas formas son las que me vuelven loco.

No dudo que porque un molde para sándwich tenga la forma similar al pan que va dentro de él es una forma de hacer el aperitivo más coqueto a la vista y quizá más apetecible. Tampoco dudo que las charolas o contenedores de múltiples compartimentos sean más fáciles de transportar por evitar el uso de varios. Pero en resumidas cuentas los detesto. Mis razones simples.

Lavado. Para adoptar las formas extrañas o reminiscentes de otra cosa, los contenedores llevan una serie de hendiduras, rendijas y apéndices que hacen mucho más laborioso lavarlos con propiedad, no digamos secarlos (yo seco los trastes para volverlos a guardar, pocas veces los dejo secar al aire). Las mismas características descritas hacen que si no los lavas a fondo generen resquicios donde la humedad se guarda y puede crear hongos y por tanto una fuente de infección.

Acomodo. La organización de la casa debe ser una delicia, debe establecerse en base a sistemas que fluyan con naturalidad para que no sea una penuria volver a acomodar todo a su lugar. Por las formas caprichosas que tienen estos recipientes es muy común que no permitan un apilado o acomodo sencillo, lo que propicia que nunca estén en su lugar consiguiendo desquiciarme.

Fugacidad. Afrontemos el hecho de que esas monerías de formas responden generalmente a alguna nueva película de dibujos animados, emulando al personaje; también son porque para no llevar cuatro moldes llevemos uno en forma de círculo con gajos como rebanadas de pizza; o el vaso hermético de la malteada tiene plástica forma espumosa. En la praxis todos esos argumentos son rebatibles porque son novedades, artículos que llenan el ojo pero no la función y terminan desechados o arrumbados.

Mi opción es optar por recipientes de formas sencillas, cuadros, rectángulos, círculos, porque la geometría básica es la forma más susceptible de acomodarse, recuerda el juego de cubos con letras para bebes. Siempre elijo además de la forma, materiales durables con pocas o cero instrucciones especiales de lavado para no cuidar más mis trastes que a mi persona. Yo soy partidario del vidrio pero como se que es pesado para maniobrar recomiendo plástico de calidad. Es mejor comprar a mayor precio menor número de veces que al revés. Una cosa más es no usar los moldes en otra cosa distinta para la que fueron creados especialmente el microondas porque además de dañar el recipiente con el uso dañamos nuestra salud pues hay un grado específico para plásticos sometidos a esas condiciones. Ahora todas estas son mi percepción particular, si a ti te va el tener moldes en formas raras, adelante el gusto se rompe en géneros.