Voy por la calle, con tranquilidad dejo que el viento acaricie mi cara, juegue un poco con mi peinado, mientras tanto yo, embebido en cosas tan diversas en mi cabeza que olvido el paso del tiempo y mis pies cansados. De repente, de la nada, sobreviene un accidente de tránsito porque inadvertidamente me he cruzado la esquina si voltear, sin saber si tenía el derecho de paso; la pericia de los conductores les hace responder al peligro, anteponen mi seguridad a la de ellos, salvan mi integridad pero entre ellos colapsan. No ha sido de cuidado el choque pero es un inconveniente no planeado, yo salgo de mi burbuja de abstracción, miro lo que he provocado, sé que es mi responsabilidad, lo que hago, mirar para otro lado y seguir caminando.
No estoy haciendo la introducción de una novela que quisiera publicar, hablo con esa dramatización de lo que muchas veces solemos hacer ante los problemas; ignorarlos. No sé por qué razón hay gente que lo hace recurrentemente. Viven su vida atrayendo situaciones desagradables, todo por ignorar los problemas, por desidia de resolverlos, por simple necedad, por creencia de que los problemas son de hielo y que eventualmente se derretirán. Miran para otro lado, como si no ver el problema lo hiciera desaparecer, como si de chasquear los dedos de un mago habláramos. Creerse de ello es como creer que barrer la basura debajo del tapete hace más limpia la estancia.
Un problema lejos de desvanecerse con ignorarle, crece en tamaño, en fuerza y en daños resultantes. Es la típica bola de nieve que rueda colina abajo y a su paso más nieve se adhiere haciendo de la pequeña bola una masa gigante que aplastará todo a su paso. No hay recetas o soluciones mágicas, hay trabajo arduo para resolverlos, mientras más pronto, actúes, menor será el gasto de energía para solucionar.
Aceptar que hay un problema es el primer paso a dar, seguido del conocimiento de causa, saber que ocasionó la situación. Desconocer el origen es no estar preparado para encontrar las soluciones. Decían las abuelas, debes apechugar, debes fajarte los pantalones, tienes que dar la cara, ya sobre la marcha irás determinando las herramientas para arreglar las cosas y el tiempo que te haya de llevar. Según el tamaño y complejidad, el tiempo y los medios para ponerle fin, por eso un elemento quemo debes dejar de lado es la paciencia.
Recordarás una campaña agresiva pero cierta de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, donde te decían atiende tus obligaciones fiscales y la dependencia será Lolita por la dulzura con que te tratará, pero deja de cumplir y será Dolores. Del mismo modo ve tus problemas, poner remedio con prontitud te evitará muchísimos dolores de cabeza.
A mí en lo personal no hay nada que me pueda poner más de mal humor y en verdadero estado de ira irracional, que un problema no resuelto en su momento me venga a fastidiar la vida meses o años después. Por eso trato cada problema con la importancia debida y con la celeridad requerida, prefiero una vida sin problemas que solo ignorarlos.