En lo personal esta semana para mí ha sido bastante ajetreada, no solamente por la cantidad de trabajo que raya un poco en lo descomunal, también por la montaña rusa de emociones encontradas derivadas de cierta problemática laboral. Eso hace que con mucha frecuencia en diferentes ocasiones del día me encuentro pensando en una cosa y sin aviso previo salto de dicho pensamiento a otro que pocas veces tiene relación con lo que venía pensando en primera instancia. Resulta que todo eso me despeja una realidad de la que si bien conocía poco tomo en cuenta y tomo por presente, la divagación mental.

(Imagen vía fundacionalzheimur.org)

Sé que soy del tipo de persona que piensa con más velocidad de la que puedo hablar articuladamente para exponer lo que estoy pensando. Eso me conduce a que sea común que me atropelle como digo yo con mis propias palabras pues quiero exponer tantas cosas a la vez que unas se atoran y otras se enciman en la articulación vocal. Por esa rapidez con que suelo pensar una y mil cosas a la vez resulta que también brinco de pensamiento en pensamiento sin darme cuenta, de estar pensando en digamos una receta de algún platillo hago un brinco a una dirección diametralmente opuesta para encontrarme pensando en un libro de misterio con una trama enmarañada, para al siguiente instante pensar en que belleza contemplar un paisaje en Suiza en caso de tener la oportunidad.

Mis brincos de pensamiento son especialmente frecuentes cuando trato de relajarme o hago alguna actividad que es más o menos mecánica y para la que no requiero usar más neuronas que las que activan el movimiento, ejemplos, caminar, tomar una ducha larga, mirar televisión sin prestar atención. Pues bueno hablar de esto me hace darme cuenta que los pensamientos también deben ser susceptibles de organizarse. De lo contrario no podríamos poner en marcha grandes planes para un negocio o planear la vacación soñada; vamos ni siquiera seríamos capaces de rendir en el trabajo de manera apropiada.

No estoy diciendo que por brincar de idea en idea no tengamos foco a la hora que es imprescindible estar con la meta puesta entre nuestros ojos, simplemente digo que tenemos que ser hábiles para evitar en esos momentos de automatismo dejarnos llevar por la facilidad que implica pensar sin estar pensando realmente. Si no somos capaces de cobrar conciencia de lo que pensamos no seremos capaces de desarrollar una idea millonaria que se venga producto de una soltura mental.

La clave debe ser la misma conciencia. Cobrar conciencia para hilar pensamientos; cobrar conciencia para pescar las ideas adecuadamente y darles espacio para el desarrollo. Al cobrar conciencia puedo detener ese brincoteo sin sentido de pensamientos y enfocar aquellos que son más benéficos. Reconozco que no será fácil pero es algo que definitivamente empezaré a trabajar a la de ya.