Soy de las personas que se sienten sumamente estresadas por la anticipación exagerada de festividades. Nada raro resulta ver cómo desde agosto empiezas a ver que las grandes cadenas de autoservicio y panaderías empiezan a vender el pan de muerto típico de noviembre; o que iniciando septiembre el sonido local de los comercios se ve inundado por villancicos y se tiene montada con toda pompa y propiedad la sección de adornos navideños. En esos momentos la verdad siento que muero un poco por dentro; se que es importante la preparación para todo evento pero la desmesurada sobre posición de festividades creo que es más allá de lo soportable.

Ahora, puedo ser contradictorio puesto que si se trata de un viaje suelo tener ese sentimiento de anticipación y mientras más lejano sea el destino y más prolongada la estancia, suelo ir preparando equipajes y arreos con más antelación que cualquier ser humano promedio.

Por un lado mi compulsión a tener lista la maleta semanas antes de partir y por otro mi odio encarnizado a que me aceleren festividades que por lo regular son meros pretextos comerciales para comprar compulsivamente, hacen de mi persona todo un estuche de rarezas con el tema de planeación.

Creo que dentro de todo el secreto es balancear y tolerar. Los tiempos que vivimos son acelerados de por sí, por eso a nivel comercial es importante que un comercio se anticipe a otro con los menesteres propios de una determinada festividad. El punto es no dejarnos llevar por esa ola de consumismo y marcar nuestro propio calendario, para planear correctamente lo que queremos hacer para un festejo, lo que necesitamos adquirir o aquello que queramos fabricar nosotros mismos. Dejar que otro, en este caso un comercio, marque nuestro calendario de lo que debemos o no hacer, nos hace vulnerables a que cada que les venga en gana nos avienten algo nuevo que debemos comprar (sin necesitar claro está), consumiéndonos en la vorágine por adoptar costumbres que puedan no ser nuestras o algunas que siéndolo no seamos partícipes de llevar. Recuerda que ante todo está la individualidad de ser, un objetivo básico de vida es ser único no una calca de lo que otros esperan que seamos.

La tolerancia se debe aplicar en dos vías. Una de esas vías está encaminada a que si otros llevan un calendario muy a modo nosotros ni debemos cuestionarlo ni intervenir en ello pues parte de ser yo un individuo es reconocer la individualidad de los demás. La otra vía que debe llevar la tolerancia es que cuando se trate de llevar a cabo tu propia calendarización, debemos comprender que otros a nuestro alrededor también involucrados de uno u otro modo en nuestro tren de vida podrán no estar a gusto con la manera como conducimos precisamente nuestro calendario y debemos darles espacio para encontrar puntos de acoplamiento, vamos en términos prácticos, las individualidades deben ser engranes que con el constante girar aún siendo distintos encuentran crestas y valles en los que se acoplan en el andar, generando un movimiento estable y productivo.

En su momento fue difícil, pero ahora encuentro el balance dejando que otros disfruten la anticipación digamos de la navidad pero sin dejarme envolver; o permitiendo que mi compañero de viaje haga la maleta una noche antes mientras la mía descansa en un rincón desde hace tres semanas esperando el momento de decir sayonara.