Sabemos por lecturas ya sea en este blog, o ya sea por otras lecturas, incluso por la charla con los colegas de trabajo, con amigos e incluso conociendo la vida de personas exitosas que gran parte de lograr una buena productividad radica en la planificación. No podemos desmentir ese punto, pero hay ocasiones que podemos perdernos en la teoría, planificando hasta el último detalle de un día laboral, de un trabajo de organización del hogar, de un evento social, que se yo, pero que cuando se trata de traducirlo a hechos, quedamos estancados pues por alguna extraña razón pretendemos que la planeación opere como decreto mágico para que las cosas queden hechas y resueltas.
Jamás la planeación puede sustituir a la acción, no importa a que lujo de detalle llegues con ella, no importa que tan específica se vuelva, ni tampoco que tan descriptiva sea en las tareas por realizar. La acción es el único medio viable, efectivo y seguro de hacer que las cosas sucedan. Si, la acción, el trabajo, el sudor, ensuciarse las manos, velo de la manera que quieras, no hay más camino. En materia de organización no vale la imaginación porque si bien esta te puede llevar a lugares recónditos, al despertar a tu realidad verás que nada se ha movido un ápice, nada incluyéndote a ti.
Es necesario tener un monto saludable de planeación, que sea descriptivo en como se ha de conseguir la meta, pero en última instancia el plan se debe poner en marcha, se debe hacer para poder concluir ese camino rocoso que nos pone en el lugar que queremos.
Hay que dejar de poner pretextos, sobre todo, hay que dejar de papalotear con actividades anexas que no nos llevan a la meta. Quieres organizar el clóset pero al ir sacando cada prenda empiezas a recordar el día que compraste esa blusa, el como se veía entallada contra tu cuerpo, la entrevista de trabajo que atendiste con cierto traje, los recuerdos de antaño, tus emociones, etc. Con eso pasas 2 o 3 horas en la nostalgia y la pila de cosas lejos de encontrar un lugar y ser purgadas descansa en el piso con los 30 muñecos de peluche que te rehúsas dejar ir. O en otros casos te mantienes con la idea de organizar pero solo proyectas imágenes en tu mente de cómo se verá terminado el trabajo pero nunca pones tus delicadas manos en la masa o mejor dicho mazacote de ropa sobre la cama.
Planear no hace la cosas, solo determina la ruta. Las manos y tu trabajo son quienes consiguen hacer que el plan se cumpla. Uno sin el otro no funcionan, son estériles, porque hacer sin plan no crea sistemas y planear sin hacer es solo llenarnos la cabeza de humo.
Tu enfoque debe ser una planeación ligera pero concisa seguida por la acción, acuérdate siempre que puedes planear para un periodo de tiempo determinado y las acciones las puedes realizar poco a poco, día a día, para no echar toda la leña al fuego creando una gran llamarada que se extinga más pronto de lo que queremos.