Poseer, ¿anhelo y maldición? Las posesiones y creencias acerca de ellas pueden vincularse negativamente fastidiando nuestra calidad de vida.
Cerremos con este fascículo, lo concerniente a las creencias en la organización como uno de los tantos factores que contribuyen a la falta de orden. Las posesiones y creencias que tenemos sobre las mismas inciden de manera determinando en los proyectos de organización. Asignamos cualidades extraordinarias a los objetos. Esas cualidades no pocas veces resultan ser tan subjetivas como nuestras propias opiniones. Tasamos de manera irreal, asociamos un mueble o una prenda a nuestra propia identidad o terminamos conservando cosas solo por un sentido del honor.
Mis cosas valen demasiado
¿Cuánto es demasiado? ¿Cómo establezco su valor? No soy experto en bienes raíces, tampoco en procesos productivos o valuación de arte como para saber el valor monetario de las cosas. Hay expertos que determinan valor para un cuadro, para una finca en venta y para un bien de consumo como una silla. ¿Por qué entonces pongo un valor exagerado a lo que me cuesta soltar? La frase me costó mucho dinero o podría hacer una fortuna con él son huecas a mis oídos. Entiendo que proceden de la reticencia a soltar. Durante el proceso de organizar respeto lo que el cliente dice, pero mi quehacer profesional requiere facilitar la toma de decisiones. Para lograrlo cuestiono. ¿Es el valor pagado motivo suficiente para conservar algo? ¿Un precio aleatorio y subjetivo tiene validez en el mercado? El valor de mercado se sujeta a realidades no a percepciones subjetivas.
Mis cosas me definen
¿Eres tus cosas? Mucho ojo con esto. Mis cosas no me definen, mis cosas en el mejor de los casos sirven como medio de expresión. Uso ropa azul porque me siento cómodo con ella. Tengo una vajilla porque me sirvo en ella mis alimentos. Si tengo arte en mis paredes es para disfrutarlo. Si de repente todo eso se pierde, ya sea en un robo, una catástrofe natural o algo similar, yo no dejo de ser Nacho. Haz un ejercicio, en un chasquido pierdes tus posesiones y sientes que te quedas sin esencia o que la gente recordará más tu suéter verde que tu sonrisa, es tiempo de reflexionar a dónde diriges tu atención y la de los tuyos. Nacemos desnudos y lo demás es accesorio. No se trata de ir de monje renunciando a las posesiones, se trata de comprender que estas no definen la persona que soy.
Soy el guardián de tus cosas
¿Herencia de la abuela? ¿Regalo de cumpleaños? ¿Símbolo de una tradición? Dime, tú que conservas sin usar o incluso sin gustar solo porque fue pasado a tus manos sin haberlo pedido. Para honrar la memoria de los muertos no es necesario conservar sus posesiones, a menos claro que nos agraden y las utilicemos. Tampoco debo aferrarme a esos regalos que gentilmente me han otorgado solo porque tengo un deber. Debemos agradecer lo que nos hacen llegar, pero ni nos lo vamos a tatuar en el pensamiento ni somos depositarios eternos de dichas cosas. Se vale soltarlas cuando no cumplan un propósito real. Debemos también madurar. Si yo doy un regalo, tengo conciencia plena de que el receptor puede hacer lo que le venga en gana con él. No me voy a ofender si lo tira, lo vende, o lo pasa de manos.
Posesiones y creencias no son hechos ni condenas
Lo que creemos no necesariamente se basa en hechos. Las creencias pocas veces, para no decir nunca son hechos. Solo se trata de percepciones articuladas en nuestra mente que heredamos o aprendemos. Respecto a las posesiones, es mucho mejor adherirnos a la realidad. Es algo necesario en mi vida, mejora mi calidad de vida, la empeora, mi idea de valor es realista o solo personal. Este tipo de cuestionamientos son los que ayudan a modificar y desechar creencias acerca de las posesiones y con ello llevar nuestros proyectos de organización a término y con buenos resultados. ¿Qué crees?