Por Nacho Eguiarte

En días pasados, una de las tantas noches de lluvia de este temporal, decidimos en casa ver una película por estos sistemas de video en demanda, la elección fue la película Dentro del Laberinto protagonizada por David Bowie y Jennifer Connelly. La trama habla de la aventura de una quinceañera que trata de recuperar a su hermano bebé del las garras del rey de los duendes. Es una película llena de fantasía tanto en su historia como en sus escenarios.

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© Sony Pictures Entertainment

El punto es que hay una escena, donde la protagonista despierta en una especie de tiradero de chatarra donde en una mejor mirada, se aprecia que los cerros de cosas desechadas, son como grandes caparazones en las espaldas de personajes tipo marionetas. La imagen de fuerte referencia a los pepenadores o personas que sacan de la basura cosas que pueden revender, me hizo pensar muchísimo en que no eran otra cosa que una alegoría a los acumuladores físicos y emocionales.

El ser humano, con su compleja manera de tejer sus pensamientos y sentimientos, provoca, cuando las cosas se salen de control, tener una fijación en la acumulación. Opta por conservar cuanta cosa puede, pues le hace recordar momentos vividos. Los objetos son los gatillos que disparan esas memorias. El problema que no solo propician recuerdos agradables, sino que en su mayoría, cuando el espíritu esta fracturado, los recuerdos son malos, causan dolor y nos hacen apegarnos a la depresión. Esa necesidad de conservar los lleva a acumular de manera obsesiva cosas, incapaces de dejarlas ir después. La sola idea de perder las posesiones, les genera una ansiedad incontrolable. Tristemente las cosas son por lo regular, desechos inservibles, una mesa quebrada, un papel sucio, una prenda roída.

También hay quienes no acumulan materia, menos notorios a la vista de los demás, pero igual de peligrosos para su propia seguridad mental. Acumulan emociones, sentimiento negativos en su mayoría, que los hacen considerarse personas sin valor, carentes de autoestima y viven en depresión, la mayoría en una depresión que curiosamente les permite seguir funcionando en la vida diaria, pero que desata una furiosa tristeza cuando regresan a su casa y se sienten más solos y aislados. No pocas ocasiones, es tal su estima derruida que sienten que merecen lo que les aconteces. Igual que quien no deja ir de su lado las cosas, se aferran a sus emociones negativas, pues la falta de ellas no les hace sentir mejor, más bien los deja desnudos y temerosos ante la posibilidad de un mundo nuevo que no quieren enfrentar, el de la construcción de una autoestima saludable.

Ambos casos, el acumulador emocional y el físico, deben ser tratados por especialistas que les den las herramientas para construirse una nueva imagen de si mismos, donde si bien, el pasado permanecerá inamovible; el presente se moldeará poco a poco para generar un futuro resultado de las decisiones hechas. No es fácil, pero es posible. Es importante como en casos de adicciones, que los familiares y amigos, brinden un esquema de soporte, una red para casos de caída si se quiere entender de tal modo. El objetivo es que eventualmente, estas personas puedan moverse por la vida sin miedo de tropezar, caminando sin necesidad de una red de seguridad. Al final de cuentas todos vamos por la vida, sabiendo que aunque caigamos la gracia radica en levantarse y andar nuevamente.

Nunca dudes en procurarte o procurarle ayuda en caso necesario. ¿Conoces algún acumulador emocional o físico? ¿Eres tu uno?

El artículo “Dentro del laberinto de la acumulación” primero apareció publicado en el Blog de Organización NACHOrganiza