Comentaba en días pasados que tuvimos la oportunidad de asistir a Varekai, espectáculo del Cirque Du Soleil. Recuerdo que mi adquisición del gusto por este circo en particular surgió de mirar un video hace más de quince años, desde entonces me sentí cautivado por la manera que vestían cada acto, dando a la presentación una historia reforzada por una música exquisita, vestuarios y maquillajes impresionantes. Con el paso del tiempo colecté cada video que sacaron y he tenido la oportunidad de asistir a 9 diferentes puestas. El caso es que todas ellas me conducen a pensar en los saltos de fe.
Un salto de fe es, en sentido figurado, lanzarse al vacío, esperando que de algún modo algo o alguien pueda convertirse es una red de seguridad. Esta red nos permitirá no padecer ningún daño y salir bien librados de la situación en curso. La razón por la que el circo me hizo pensar en ello, es porque los acróbatas basan la ejecución sus actos en ese principio. Claro, los ejecutantes tienen más que ensayados sus números, por horas entrenan una pieza que apreciamos por breves minutos. Aún con tanta preparación, en el momento que brincan para encontrarse en el aire con las manos del otro, les supone confiar ciegamente que lo hacen en tiempo preciso y en forma adecuada, de tal suerte que el compañero se convierte en la red de seguridad, garantizando que el número salga bien a la par de que su integridad resulte ilesa.
En la vida nos llegan momentos que nos presentan la disyuntiva, o nos lanzamos al vacío para colectar nuevas experiencias, o seguimos parados en el borde del risco sin aventurarnos a nada por el miedo a caer. Si bien, cuestionarnos hasta qué punto hacer o no el salto nos beneficiará, lo importante es que se traduzca en acción para no atascarnos sintiendo a la larga una frustración cuando es demasiado tarde y queremos recapitular. Los saltos de fe se suscitan frecuentemente en nuestra vida; unos con más posibles repercusiones que otros, pero todos importantes al final de cuentas.
¿Cómo podemos entonces estar más dispuesto a realizar el salto de fe?
Primero que nada debemos sopesar la situación, aquilatando conveniencias y desventajas, recordemos que toda acción tendrá una reacción, debemos estar conscientes de ello. Lo que no debemos hacer es cuestionarnos por demasiado tiempo, porque mientras más pensemos algo, menos lo ejecutamos, eso nos lleva a la falta de decisión. Realizada la valoración previa, a saltar.
Las experiencias que hemos acumulado durante nuestra vida, exitosas o no, hacen que tomemos aprendizaje; a esa experiencia debemos aferrarnos para que las decisiones de emprender sean menos atemorizantes. También debemos hacer caso a nuestro instinto, esa sensación extraña en la panza de sentir náusea o mariposas, debe ser reconocida y tomada en cuenta. Somos seres con raciocinio y visceralidad, ambos datos nos ayudan a construir opiniones más fuertes, tomar decisiones más acertadas y dudar menos cuando hay que tomar acciones. Y si al final caemos, no pasa nada, la vida consiste en levarse cuando uno cae y no quedarse tendido en el piso.
El artículo “Salto de fe, el ejemplo circense” escrito por Nacho Eguiarte apareció publicado primeramente en NACHOrganiza Blog de Organización Profesional en Español